Desde que empezó a andar, el pequeño estuvo abrigado por la naturaleza.
Cualquiera de sus deseos o dificultades, expresadas en el escaso vocabulario que aún posee; han tenido respuesta amable de los árboles, los ríos, las nubes, los insectos…
Todos están confabulados para generar felicidad y armonía al bebé, además de permitirle llegar hasta lugares insospechados, como la mismísima Luna.
Pero es necesario que algún elemento externo, en este caso un pequeño pez que agoniza fuera de su medio natural, ayude a despertar la empatía y permitir afianzar, en consecuencia, una vital enseñanza: no podemos mirar siempre a nuestro ombligo ni aspirar a conseguir todas las metas, por pequeñas que sean, surgidas en el devenir diario.
Una inteligente metáfora, modelada mediante ilustraciones desprovistas de aderezos innecesarios, con elementos del lenguaje del cómic, inspiradas en el imaginario infantil y con el adn gráfico que siempre ha caracterizado las originales propuestas de la artista santanderina Marta Comín.
