12 poemas de Miguel Hernández

Manuela Rodríguez y Antonio Rubio han tenido la difícil misión de escoger solo doce poemas de la producción literaria de Miguel Hernández para este proyecto (en el que también se han publicado proyectos similares con las obras de Rafael Alberti y Antonio Machado). El recorrido comienza con «Las abarcas desiertas», publicado por primera vez en el diario Ayuda en 1937, cuando el autor participaba en labores solidarias de ayuda a la infancia (en plena Guerra Civil); y con el que evoca la pobreza que vivió en sus primeros años. El corpus de la obra integra algunas de sus más célebres creaciones, que han alcanzado con el paso del tiempo aún más popularidad gracias a variadas adaptaciones musicales, canciones que han trascendido de generación en generación: «Aceituneros», que apareció originariamente en Viento del pueblo y hoy es himno oficial de esta provincia; la composición que da nombre a ese libro, «Vientos del pueblo me llevan», «Elegía», perteneciente a El rayo que no cesa, dedicado a la memoria de su amigo de la infancia José Ramón Marín Gutiérrez, conocido con el seudónimo de Ramón Sijé; «Niño», «Con dos años, dos flores»; escrito en la cárcel, probablemente coincidiendo con el segundo cumpleaños de su segundo hijo; «Nanas de la cebolla», también compuesto durante su estancia en la prisión de Torrijos -por su apoyo a la Segunda República Española-; en el que plasma el dolor que siente al recibir una carta de su esposa, Josefina Manresa, informándole de que ella y su hijo solo tienen pan y cebolla para alimentarse. El sufrimiento y la angustia que transmiten sus creaciones alcanza cotas de gran intensidad en textos como «Llegó con tres heridas». El horror del conflicto bélico queda dibujado con perfección en «La guerra, madre» o «Tristes guerras». La compilación se cierra con «El herido» y «Canción última», donde la metáfora de la casa y el odio acechando tras la ventana impacta en el lector. Pep Carrió, artista de larga y reconocida trayectoria, aporta una colección de láminas elaboradas con diseños en tinta sobre papel de algodón y retoques con aplicación de corrosivos que confieren un sugerente aire onírico a las ilustraciones, auténticas alegorías visuales que proyectan los sentimientos y emociones más profundos del añorado poeta y pastor, en el ochenta y tres aniversario de su muerte.